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Para mis lectores

Los libros son la llave de la sabiduría pues nos invitan al análisis de nuestras vidas mediante el escrutinio de las vivencias ajenas, la sed de conocimiento nos invade y la lectura nos sacia con su ingenio... Las historias siempre han existido, solo debemos abrir las ventanas de nuestra alma y dejar entrar la luz de su experiencia con la cual se ilumina nuestro camino hacia el conocimiento...

jueves, 21 de julio de 2011

Jorge Bravo, Biografía

Nació en San José Costa Rica en 1979, a la edad de 15 años participó en el concurso de cuento y poesía del Heraldo con la historia "Súbito Deceso". Estudió Ciencias de la Educación y Enseñanza de la Matemática. Durante su profesión ha participado en distintos foros sobre educación, obtuvo el galardón como Profesor del Año en el cantón de Desamparados, San José Costa rica en el año 2009, ese mismo año participó como charlista en un taller sobre Metodología y Enseñanza de la Matemática. En el año 2010 publicó su primer libro Ventana del Alma con el editorial de la Universidad Nacional Estatal a Distancia EUNED.

lunes, 4 de julio de 2011

El libro de los Angeles Oscuros

                              El libro de los Ángeles Oscuros
Por lo tanto, consideremos ante todo a las mujeres; y primero porque este tipo de perfidia se encuentra en un sexo tan frágil más que en los hombres. Y nuestra investigación será ante todo general, en cuanto al tipo de mujeres que se entregan a la superstición y la brujería; y tercero, de manera específica, con relación a las comadronas que superan en malignidad a todas las otras.
                           H. KRAMER Y J. SPRENGER, Malleus Maleficarum,  1486

Se cumplía el sexto ocaso desde que corrió profusa la noticia de la maldición proferida entre gemidos y sonidos guturales por la mujer bruja, acusada de hereje y condenada a expiar sus pecados con fuego. Seis días atrás, en medio de la hoguera la agonizante mujer plantó sobre el pueblo la maldición del fallecimiento de cada uno sus detractores, pero todo el pueblo había conjurado en su contra y al unísono sus voces convergieron en un apocalíptico coro condenando a la que una vez fue su amiga y consejera. Seis días se cumplían al morir el sol por el horizonte y junto con el sueño del astro rey, la maldición predecía la exclusión de entre los vivos de cada uno de los habitantes del pequeño lugar perdido entre las selvas y novato entre los pueblos varias décadas establecidos en esta nueva tierra.  

Al caminar por las empedradas calles, las personas se miraban con recelo como preguntándose quiénes de entre ellos habían juzgado como mayor ahínco a la mujer, quiénes de entre ellos se habían complacido en mayor grado con el chisporrotear de las llamas que bañaron el cuerpo desnudo de la anciana mientras ésta suplicaba por ayuda, para terminar al fin maldiciendo a todos. Las personas se miraban con recelo y a manera de mueca escéptica generaban una sonrisa.

- Si llegara a pasar algo, de seguro a mí no me tocaría - pensaba cada uno en forma ilusa, no cabe duda que al vecino o a éste le iría peor - pensaban.

Y pasaban de lejos entre sí, evitando cruzar palabra alguna mientras su fas pérfida se cubría por las sombra de su capucha. Seis días justos se cumplirían esa noche y la desesperación y angustia por la maldición proferida palpitaba en los tímpanos de cada habitante tal y como si hubiese sido desatada apenas unas cuantas horas.

-!Solo escaparán a este Némesis quienes vean en mi libro el rostro del demonio que controla el mal contra ustedes conjurado, ese demonio susurrará su nombre!- fueron las últimas palabras escuchadas a la mujer cubierta en llamas, mientras las salamandras se alzaban sinuosas queriendo desgarrar los cielos nocturnos.

El sacerdote en su abadía miraba con desconfianza el pesado libro de hechizos, rescatado de la casa de la bruja justo cuando los inquisidores procedieron a su detención, según sus buenos oficios.

-!Robusto libro! - exclamó para sí el religioso.

  El libro era robusto en efecto, compuesto por un compendio de quizás dos mil hojas, en su cubierta, impreso un pentagrama con distintos símbolos propios de la Clavícula de Salomón, según reconoció enseguida el presbítero. Un artículo de la talla de una bruja poderosa, revestido con áspero cuero humano, con un cerrojo antiguo del cual solo él en este mundo poseía la llave. Las siluetas de cuatro demonios antropomorfos en relieve se asomaban en cada esquina frontal, repujados en bronce oscuro mostrando al temerario lector una suerte de mueca de sonrisa por bienvenida, y sobre el lomo, más herejías en el antiguo idioma del Santo Oficio:

"Supra Verbum Tetragranmaton"

-!Un libro para conjurar el bien y el mal!- pensó el inquisidor embestido con su túnica negra y sombría similar a la noche que pronto caería sobre el ingenuo poblado, lugar en donde él representaba la máxima autoridad. Octavio se llamaba el joven sacerdote, nombrado maestre persequitore por el Santo Sacro Oficio y ávido de sangre cual buen inquisidor, pues como era bien sabido, todos estos hombres de Dios tenían debilidad por el líquido escarlata portador de la vida.

- ¿Cómo ha de tocar a la puerta de cada persona la guadaña privadora de la existencia fìsica? - Se preguntaba Octavio -¿qué macabra forma tomará el ángel de la muerte cuando decida hacer cumplir la palabra de aquella poderosa bruja? - Su mente divagaba entre cavilaciones oscuras, mientras afuera se cernía la penumbra consumiendo los últimos vestigios de los rayos protectores del agonizante sol en el oriente.

- ¿Cuál será la imagen del demonio? - Se interrogaba el maestre persequitore mientras terminaba de decidir si habría el libro para salvar su pellejo, pero hacerlo supondría una herejía de su parte.

Octavio acarició la tapa del libro pretendiendo que los demonios dentro le revelaran alguna idea, alguna forma distinta de salvarse a la de sumergir sus ojos en aquellas páginas cargadas de hechizos, su mano palpaba el enorme libro a manera de ciego que lee con las manos, su mirada yacía desviaba hacia arriba mientras recitaba en latín el Padre Nuestro.

“Pater Noster, qui es in caelis,sanctificétur nomen Tuum,
adveniat Regnum”...


-!Tuum! - Exclamó con sequedad una voz ajena a la del inquisidor.

Un grito desesperado se escuchó a lo lejos mientras el astro rey yacía en su temporal sueño.

Octavio dió una gran salto producto del susto y soltó el libro de inmediato al sentir que sus manos ardían como si estuviesen suspendidas sobre una hoguera, de pronto otro alarido y otro y otro, como un mar de secuelas sucediéndose cada vez más cerca a la abadía.

-!Debo abrir el libro! ¿pero qué habrá en él escrito? ¿qué macabra creatura debelarán estas páginas?, más no hay otra salida.

Procedió con su mano izquierda a introducir la llave mientras el cerrojo giró hasta producir un “clic” al desatar las clavijas que contenían oculto cuanto en su interior yacía escrito...

- Un libro para conjurar el bien y el mal - dijo sereno el sacerdote con sus ojos cerrados y procedió a abrirlo, no era necesario conocer en qué página debía hacerlo, según su experiencia el mismo libro se lo haría saber.

El hombre bajó su mirada y posó su vista en dos páginas vacías que se mostraron frente a él.

- Su muerte espirará las demás almas y acabará con la peste a vosotros desatada, pues él es un demonio tal como nosotros - habló el libro.

Enseguida las páginas amarillentas delinearon la silueta del ser que se supondría acabaría la infernal noche en la que el pueblo se envolvía...

-!Oh no!- alcanzó a exclamar con horror el sacerdote, mientras el libro plasmaba en sus páginas el rostro de Octavio el Maestre Persequitore.

Su cuerpo cayó al suelo, su alma quedó atrapada en el libro junto al resto de ángeles oscuros que lo poblaban, no hubieron más muertes esa pérfida noche; había acabado la sexta noche desde la muerte de la bruja, y a la mañana siguiente los capellanes hallaron el cuerpo sin vida de su mentor hincado frente al robusto libro cerrado, sin rostro, como si hubiese sido borrada con fuego su cara.

Jorge Bravo.