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Los libros son la llave de la sabiduría pues nos invitan al análisis de nuestras vidas mediante el escrutinio de las vivencias ajenas, la sed de conocimiento nos invade y la lectura nos sacia con su ingenio... Las historias siempre han existido, solo debemos abrir las ventanas de nuestra alma y dejar entrar la luz de su experiencia con la cual se ilumina nuestro camino hacia el conocimiento...

viernes, 19 de marzo de 2010

Cuento de Anorexia, la chica que perdió su propio nombre

La chica que perdió su propio nombre.

En el círculo de mujeres de cuerpo perdido y alma vacía desfilaba por la maltrecha circunferencia una chica cuya dolencia yacía coronada con un artículo femenino, así como irónicamente lo tienen muchas de las disfunciones mentales que aquejan también a los varones.
- ¡Vamos a presentarnos! - dijo con entusiasmo la psiquiatra novata mostrando una enorme sonrisa.
- ¿Y de qué carajos te ríes?- escupió con rabia una mujer de unos veinte tantos años.
- ¡No le hagas caso! - interrumpió otra interna que se mostraba muy nerviosa - esa chica está loca - exclamó mientras se comía las uñas.
- Tranquilas chicas - dijo la doctora - ¿por qué no nos presentamos diciendo nuestro nombre y mencionando alguna cualidad de nuestra personalidad?, de esa forma nos conoceremos mejor y así vamos rompiendo el hielo.
Luego de unos instantes un brazo que se suponía debía ser humano se irguió con desilusión como si fuera la rama desnuda de un árbol en agonía…
- Yo soy la personificación de los sueños perdidos - dijo la chica que aún mantenía alzado tambaleante su raquítico brazo.
- Dinos cómo te llamas - preguntó la doctora.
- Odio mi cuerpo y todo lo que él representa - respondió - aborrezco más al espejo que a mi propia existencia por ser tan crudo el miserable, percibo mi vida igual que como debe sentirse un animal salvaje enjaulado envuelta en fatídicas cavilaciones, siento que me consumo poco a poco olvidada como una hoguera a la cual nadie alimenta pues su lumbre ya no es requerida. Me disgusta lo que hago cada vez que ingiero algún alimento y, aunque sé que en el ceremonial proceso a posteriori a la ingesta me juego la vida, no puedo evitar, por fobia a la gordura, dejar de cortejar a la muerte, única compañera de juegos en medio de la soledad absoluta…
- La joven psiquiatra escuchaba atenta la disertación de su paciente -
- ¡No la escuches doc! - gritó nerviosa una de las pacientes - es solo una loca, otra loca suicida. Las demás pacientes rieron por la interrupción.
Una lágrima furtiva rodó por las mejillas de la chica y posó su mirada en unos frondosos árboles que se divisaban a través de la ventana.
¬-¿Ustedes de qué se ríen? - intervino la joven galena - ¿es que acaso son todas felices?, ¿o les divierte la desgracia?
- Dinos tu nombre - pidió una vez más.
Un minuto eterno se extendió como si fueran horas, mientras el silencio colectivo se dejó escuchar como nunca antes dentro del salón de terapia grupal, las demás mujeres de aquel patético círculo orquestado por el desconsuelo se ocultaron en su propio interior al reconocerse igual de infelices que la joven que observaba por la ventana.
Sin apartar la vista de la ventana la chica dejó que se precipitaran sin escrúpulos más lágrimas, el resto del grupo la acompañaba con su inmutes, parecía que el desamparo de su joven compañera las había contagiado mermando así sus pesadas burlas.
- No tengo nombre - respondió la escuálida criatura - tengo dieciséis años y pueden llamarme anorexia si quieren.
-Te llamas Matilde - dijo con tono firme la doctora - y sabes que no eres la única en este salón con ese problema.
Las demás mujeres se miraron entre sí dibujando rostros de pesada aflicción, rostros curtidos de pómulos y cuencas prominentes como un bizarro jardín de flores marchitas que se columpian de un largo tallo cubierto por espinas.
Después de una pausa, en donde las pacientes se reconocieron como iguales, los paupérrimos brazos de todas se levantaron dando la impresión de un montón de ramas secas a las que se quiere llevar el viento…
- Anorexia es una enfermedad, no tu nombre - dijo la doctora - un trastorno jamás define a nadie, es solo un padecimiento que podemos tratar si aprendes a reinventarte.
Matilde observó la solidaridad de sus compañeras y una tímida sonrisa se asomó en su rostro.
- Me llamo Matilde - dijo - y sufro anorexia, quiero empezar de nuevo y por primera vez en mi vida veo que no estoy sola.


Reseña en revista Áncora del periódico La Nación

12 comentarios:

Anónimo dijo...

oooh! La Nación, o sea

Anónimo dijo...

Muy loable la temática que propone el libro, la revista Áncora de la cual soy acólito siempre apoya el arte nacional, felicitaciones don Jorge Bravo pues para escribir hay que tener corazón y coraje.

Mercedes H. dijo...

Desde la antropología se nos enseña a tener una visión distinta de la alteridad donde podamos comprender con mayor empatía las diferentes situaciones por las cuales pasan ciertos sectores de la población. Esto es justamente lo que se ve en su libro donde claramente se distingue una mirada pero desde adentro y no desde la periferia de los sectores excluidos. No cabe duda de que su libro es una auténtica ventana al alma. Felicitaciones Jorge Bravo

Anónimo dijo...

profesor te felicito, un excelente libro con sentido crítico, no esperaba menos de su ingenio, gracias!

Anónimo dijo...

me gustaron los dibujos, usted los hizo? no sabía que era dibujante!

Anónimo dijo...

saludos del Sur! me encanta tu libro!

Anónimo dijo...

Jorge, ese cuento es inédito verdad? porque no aparece en Ventana del Alma, es del libro nuevo????? está muy interesante, muchas personas viven en silencio esa enfermedad la cual es muy incomprendida, me gusta el personaje de la psiquiatra porque es joven pero luce muy sabia, gracias!

Jorge Bravo dijo...

En efecto esta historia viene dentro de Ventana del Alma, sin embargo sirve para que se den un vistazo de la forma como escribo, aunque por asuntos de espacio tuve que desarrollarlo en forma sucinta, en los próximos meses publicaré el libro Sueños e Historias Perdidas del cual este cuento tampoco es parte, gracias.

Anónimo dijo...

Mar dice :

No acostumbro leer este tipo de lectura,sin embargo,las historias narradas presentan un mundo real en el que vivimos pero pareciera que la falta de sensibilidad y el materialismo en el que estamos insertos ,no nos permite acercanos a ese grupo social que puede muchas veces estar en riesgo...
Lo felicito de todo corazón ,pues ese fue su sueño y lo ha hecho realidad,recuerde¨No importa que dure cien años¨

Jorge Bravo dijo...

mil gracias por sus comentarios, los mismo enriquecen el devenir de próximas historias. Así como apunta el comentario de MAR, el libro nos abre la ventana a historias reales con las cuales no estamos familiarizados y muchas veces damos por sentado que no son ajenas, lo cual me acuerda algo dicho por Buda: "la independecia total de los demás grupos sociales es una falacia, siempre existe un grado de interdepencia social"

jose dijo...

excelente historia prof muy buena critica

Anónimo dijo...

esa enfermedad es incomprendida, la gente cree que es solo por necedad que el enfermo no come, el cuento muestra el desconsuelo de Matilde, ese desconsuelo es real!